domingo, 23 de octubre de 2016

Un poco sobre mi...

Jenifer Baulo Feijoo


Nací en el verano de 1992 en Pontevedra (Galicia), pero apenas tuve el año mis padres se mudaron a Barcelona. Ya en primaria me apasionaba la lectura. En mis veranos en Galicia, lo único que mis tías tenían encima de su escritorio eran libros; Katherine Neville, Rafael Ábalos, Ken Follet e Isabel Allende fueron los primeros. Yo leía aquellos libros, admirando cada palabra escrita y cada frase que me provoca un cosquilleo. ¿Cómo lo hacían? ¿Cómo hacían que me sintiera tan bien? A mis once años decidí intentarlo. Escribir, para transmitir como me sentía. Aunque ahora escribo más para mi misma, para desahogarme del día a día, para contar un historia que llevo dentro y que necesita salir. En el invierno de mis once años nació (no os riáis de mi) “The Death Kingdom” El Reino de los Dragones Muertos. Pero no fue hasta la ESO que no le di un toque más mitológico. En “The Death Kingdom” cree un mundo en el que me hubiera gustado vivir en aquel tiempo, porque la realidad me parecía oscura y vacía. En la ESO fue peor, sola y con mucho que ofrecer al mundo, la gente que me rodeaba no me entendía. Así que empecé a encerrarme y simplemente a leer, estudiar y dibujar. Bachillerato fue mi salvavidas. Mis dibujos eran más coloridos, mis historias llenas de esperanza, y, de aquella idea que escribí con once años nació la saga de Los Mitos de Átharos. 
Y ahora os preguntaréis, ¿y cómo nació Algún día seremos libres...? Pues bien, fue una cálida tarde de verano en Sant Joan Despí, los rayos del sol incidían en mi Nestea con hielo y... ¡Es broma! Es todo más sencillo. Faltaban pocos meses para el Saló del Manga y, una amiga, se inventó unos cosplay preciosos. Al ver su dibujo me inspiré muchísimo, y ella, viendo mis virtudes me dijo; «¿por qué no escribes una historia alrededor de estos vestidos?» Fue lo que hice, y nació la secuela de los Mitos de Átharos; El Hechizado Vestido de la Bella Condesa, breve, sencillo, sangriento... pero sabía que en el fondo faltaba algo. Ahí es cuando intervino otra vez mi amiga; «Jenifer, escucha; espadas, medieval, el mito de Ginebra...» Y por fin, una vez hecha la búsqueda y las indagaciones sobre el mito de Ginebra, parecía como si la historia se escribiera sola, como si siempre hubiera estado ahí, escondida. Y cada vez que la leo me enamoro un poquito más. Seguiré estudiando y escribiendo, y de todo corazón, espero que ésta historia os enamore tanto como a mi.

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